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10 cosas que cambian para siempre cuando vives en el extranjero

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26 Marzo 2015
10 cosas que cambian para siempre cuando vives en el extranjero

Hay un momento en la vida de mucha gente en donde llega un punto de inflexión o curiosidad del saber qué ocurre en otras partes del mundo. Ese punto puede llegar a ocurrir por muchas razones, quizás al terminar el colegio, al terminar la universidad, al dejar un trabajo, terminar una larga relación o quizás muchas otras. Pero esta gente comparte de seguro algo en común y que es enfrentar lo desconocido. Para eso hay que “simplemente” renunciar a tu vida en cierta medida y prepararte para ese nuevo comenzar. 

 

¿Tarea fácil?

En el momento en que yo dejé mi país fue cuando me sentí que no quería pertenecer a esa gran masa de gente que se conforma con “la carrera de la rata” como lo diría Robert Kiyosaki en el libro “padre rico, padre pobre”. Pero en vez de relacionarlo al trabajo, lo hago con el ciclo de vida de la gente, como es en mi país (Chile) y en muchos de Sudamérica: vamos al colegio, entramos a la universidad a estudiar algo, porque de verdad que mucha gente solo estudia algo porque “hay” que hacerlo, a pesar de que no tengamos idea de qué hacer. Luego conocemos a nuestras parejas, terminamos de estudiar, trabajamos unos años al mismo tiempo que seguimos viviendo con nuestros padres y finalmente nos casamos.

Esa es la instancia donde la mayoría deja el hogar y comienza la “nueva vida”. Ese ciclo plano y de mucha conformidad (y como a muchos otros) me obligó a dejar mi país y encaminarme hacia un nuevo rumbo, sin conocer a nadie, pero con muchos sueños a cuestas. Eso comienza con una tarea que no es fácil, empacar en una maleta toda una vida y partir con lo que llevas puesto. Pero bueno es el comienzo, donde de cierto modo logras cortar con la comodidad y materialismo para aventurarte a vivir nuevas experiencias.

 

¿Qué ocurre contigo?
Primero que todo te enfrentas a nuevos retos, llegas a conocer partes de ti que no sabías que existían, llegas a estar sorprendido de ti mismo y también del mundo. Aprendes a ampliar tus horizontes y  tolerancia, además de aprender valiosas lecciones y abrazar la humildad.  

 

¿Por qué?
Porque estoy seguro de que si alguna vez has vivido fuera de casa por un largo tiempo, también habrás sentido muchas de las cosas y sensaciones que comparto a continuación:

 

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1. La adrenalina pasa a ser parte de tu vida

Desde el preciso instante que migras al extranjero, tu vida se transforma en una montaña rusa de emociones, donde aprendes, improvisas, manejas lo inesperado y más. De cierta manera tus sentidos se unen y se ajustan a esta nueva rutina, que de rutina tiene poco; nuevos lugares, nuevos hábitos, nuevos desafíos y nueva gente. Es la primera etapa, quizás la más dura, pero al mismo tiempo estás en este estado de reconocimiento. Cuando llegas a un nuevo lugar no eres nadie, simplemente un número más, donde no conoces a nadie y viceversa. En tu teléfono móvil solamente tendrás el número tuyo y gente de tu país para mantenerte al tanto de lo que ocurre, pero la verdad es que hay un gran sentido de soledad, que al mismo tiempo contrasta con una energía por explorar y comenzar a vivir en tu nuevo destino.

 

2. Te hacen falta palabras, al mismo tiempo que tienes muchas para expresar lo que ocurre

Cuando alguien te pregunta sobre tu nueva vida, la verdad es que te hacen falta las palabras para expresar lo que estás viviendo. Simplemente no logras conectar todo lo que ha ocurrido y ser capaz de expresar o contestar a la otra persona. Pero tiempo después, en la mitad de una conversación común, te acuerdas de aquel momento en el que…, y simplemente lo dejas pasar para no pasar por un pretencioso de otro “país”.

 

3. Ya no solo hablas un lenguaje

Independiente si hablabas otro idioma con anterioridad, involuntariamente comienzas a adaptar tu lengua natal a una más neutra (sobre todo para sudamericanos) y se te escapan palabras de tu país actual. A veces simplemente esas palabras logran expresar de mejor manera lo que en tu idioma no podrías. Pasado un tiempo comenzarás a soñar y pensar en el otro idioma. Es ahí cuando tu mente hace clic, es cuando comienzas a vivir como un bilingüe.

 

4.  Cuando vuelves de vacaciones luego de mucho tiempo, todo parece igual

Llegas de visita y te produce un cierto shock que realmente pocas cosas han cambiado, tanto de tus amigos, familia y ciudad. Mientras que en paralelo tu vida en el mismo lapso de tiempo ha y sigue cambiando a un paso aceleradísimo. Te das cuenta que en casa todo sigue igual, que todos siguen luchando contra lo mismo y repentinamente te das cuenta que la vida no se detiene para ti.

 

5. Aprendes a decir adiós

Una “triste” realidad es que cuando vives en ciudades internacionales ves pasar a una gran cantidad de gente y muy buenas amistades. Con el tiempo aprendes el perfecto balance entre esos lazos y dejarlas ir, lo cual es una constante batalla entre la nostalgia y el pragmatismo, una "habilidad" que desgasta.

 

6. Te conviertes en un turista en tu ciudad

A pesar de que conoces tu nuevo hogar quizás mucho mejor que muchos nativos, sigues agregando actividades y lugares a tu interminable “to do list”. Esto se ve reflejado al momento en que recibes visitas, das sugerencias pero te es muy difícil recomendar algunas, porque si fuera por ti, obviarías las más reconocidas e irías por las que no logras ver en las revistas de viajes.

 

7. Aprendes a ser paciente y tolerante

Cuando vives en el extranjero incluso los trámites más simples se tornan un desafío, sea por el poco conocimiento que tengas de los procesos o por no saber cómo hacerlos. Realizar inscripciones en servicios básicos o de salud en vez de ser una tarea simple, terminan siendo verdaderas pesadillas. Pero una vez que pasas esos primeros obstáculos te das cuenta que eres capaz de todo. Además aprendes una gran lección; pedir ayuda. Algo que con normalidad no realizabas en tu país natal. Por último aprendes a tolerar y celebrar las diferencias, que quizás aún más si vienes de países más conservadores, esas “barreras” o pre concepciones ya no existen y realmente te fijas en el fondo y no en la forma de las cosas.

 

8. La nostalgia siempre estará presente

A pesar de que te sientes contento y muy esperanzado a diario por el sin fin de estímulos al cual estás expuesto, a ratos tendrás esos momentos de pensar en tu país y echar de menos ciertas cosas (sobre todo la comida). Pero ese echar de menos es distinto, lo miras con cariño y sin tanta necesidad. Sabes de dónde vienes y quizás no a dónde vas, pero si llevas contigo todas esas vivencias que enriquecen tu vida a diario.

 

9. Tú cambias

Muchas veces escuchas de gente que dice que tuvo un viaje que le cambió la vida, a pesar de que haya sido algo momentáneo. Pero la verdad es que cuando vives en el extranjero tu vida cambia profundamente  y también parte de lo que tú eres. En esencia seguirás siendo el mismo, pero todos esos sucesos, lecciones, momentos de soledad, incertidumbre lejos de casa te ayudan a crecer y cambiar. Es una evolución mucho más veloz; tienes cicatrices, has vivido, has cambiado.

 

10. Finalmente no hay vuelta atrás

Ahora que sabes lo que significa renunciar a la comodidad y haber salido de esa famosa zona de confort, aprecias lo que el mundo tiene para ofrecerte. En ese instante te das cuenta que el mundo es enorme y te preguntas: ¿cómo no elegir seguir descubriendo y viviendo aventuras alrededor de este fascinante mundo?

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